Prefacio

El Barça es sin duda uno de los símbolos destacados de Cataluña. Es un honor para los barcelonistas ubicados en este país "que pinta poco", el compartir el amor a un Club con millones de culés de España y del mundo entero “Tant se val d’on venim si del Sud o del Nord, una bandera ens agermana”.
El frenesí interlobotómico, con vocación de atacar por tierra, mar y aire la esencia de Catalunya, no podía perderse de ninguna manera la oportunidad de seguir erosionando lo catalán a través del fenómeno social del fútbol. Al igual que siguen denominando a Euskadi "provincias vascongadas", suena raro que no se refieran al fútbol como balonpié o deporte nacional tal como correspondería a unos trasnochados y cutres nacional-católicos, (dicho sea con todos los respetos para los católicos a secas).
Bien saben los dioses que no soy partidario de mezclar deporte y política, pero si soy un incondicional de la legítima defensa. Cuando Guardiola se identifica con un pueblo, o Piqué o el entrenador del Nástic tienen la osadía de defender el derecho a responder una sola pregunta en su propia lengua, es siempre noticia de cabecera en la cadena ultra y los puntapeloteros se lanzan sin compasión al cuello, mostrando su auténtica faz . Ello requiere como es lógico y legítimo, una cumplida respuesta.